jueves, 29 de diciembre de 2011

NAVEGANDO SOBRE EL PAVIMENTO CALEÑO


Saltar, volar y hacer piruetas sobre una tabla con ruedas se ha convertido en una alternativa deportiva de niños y jóvenes. Recorrido por los escenarios de un “hijo rebelde e inclasificable” del deporte en Cali: el skate.
 Por Katherine Saavedra y Luis Eduardo Bustamante, para el periódico El País.

De repente, unos muchachitos se bajaron de un taxi que se detuvo en la antigua  Licorera del Valle. Todos ellos de ropa negra y ancha. Patineta en el hombro. Zapatillas grandes. Cabellos trasquilados. Gorras extravagantes. Y el parlache a flor de piel en sus vocabularios.


Empujaron unas rejas enormes y plateadas, de gruesos tubos de hierro. Máquinas viejas, y los esqueletos abandonados de lo que en otro tiempo fueron robustas bodegas para la producción de aguardiente, adornaban el panorama. Los muchachos adelantaron camino montando sus tablas y se internaron en una de tantas bodegas.


Arriba, en una gran rampa, había colgado un cartel que decía “Club Deportivo Razza Skate” y mencionaba las reglas básicas para ingresar: No se permite fumar. No se permite consumir ni patinar bajo la influencia de la droga. Y, en donde antiguamente se producía el alcohol del sur occidente colombiano, hoy se prohíbe su ingesta e ingreso.

En medio del ruido y la música reggae, “El Grillo”, joven risueño de gafas negras coordinador del lugar, anunciaba por un megáfono el inicio del torneo, competencia semanal en los que los skaters se baten en duelo para saber quién es el mejor haciendo trucos sobre una tabla de madera…

Los escenarios callejeros.

Andrés Mejía Bolaños, mejor conocido en el mundo del monopatín como “El Grillo”, dice que hoy esta práctica ha cogido tanta fuerza, y que son tantas las iniciativas de estos jóvenes por tener su propio espacio, que les otorgaron el segundo piso de una de las antiguas bodegas de la Licorera del Valle.

“Al mandar una propuesta de club deportivo, nos dijeron que sí había un espacio, pero que no había ninguna infraestructura. Entonces mandé una contra propuesta diciéndoles que nosotros ya teníamos las rampas hechas en madera y que habían sido construidas por nosotros”, dice el Grillo comentando el proceso que Razza Skate tuvo que afrontar para que el departamento del Valle les cediera ese espacio.

Lo hecho, hecho está”

Actualmente, el Skatepark del Puente de los Mil Días, en el barrio Siete de Agosto, es otro de los escenarios para montar monopatín. Este, desde la mirada de los skaters, presenta serios problemas de diseño. Afirman algunos de los jóvenes que muchas veces el lugar es indebidamente utilizado como parqueadero de carros y camiones de carga.

“Nosotros lo usamos, pero está pésimamente construido. Las medidas no fueron tomadas a conciencia. Los ángulos son casi verticales y las rampas se convierten en paredes”, dice Camilo Senior, estudiante de Univalle, y propietario de la tienda One love  Skateshop.

“Lo hecho, hecho está”, dice “El Grillo”. Por eso él se suma a las voces de algunos patinadores  que desean hacer algo por este lugar, presentando la propuesta de re-construir este escenario deportivo. Pero la respuesta de la Secretaría del Deporte y la Recreación a esta petición ha sido nula.

 Un parqueadero solitario

Un par de tubos metálicos soldados entre sí, madera de cajones destruidos y el parqueadero solitario a cielo abierto de la Facultad de Arquitectura de Univalle, es lo que conforma otro de los grandes escenarios de skate en Cali. Skupe (Skaters de Univalle por Excelencia) es un grupo estudiantil que se ha encargado de adecuar con sus propios recursos este lugar para montar la patineta.

“Ubicamos las rampas en el Ágora de Banderas, pero empezamos a incomodar con el ruido a las oficinas cercanas, entre ellas, la del Sindicato. Uno de ellos, al ser testigo de nosotros, decidió ayudarnos para la planeación de un proyecto en el que el skate pueda ser un Deporte Formativo en Univalle”, cuenta Camilo Senior.

En busca de la consolidación.

El control del riesgo en esta práctica deportiva, desde la perspectiva de los aficionados, es el “siguiente paso” al que el conjunto de skaters en Cali deben llegar para tener una verdadera organización y por ende una visibilidad dentro de la planeación de la ciudad.


“Si no recibimos ayudas por parte del Estado, no nos quedaremos con las manos cruzadas. Al organizarnos podremos conseguir escenarios por nosotros mismos, y no por un ente gubernamental”, dice “El Grillo”, quien es también licenciado en Educación Física de la Escuela Nacional del Deporte.

La principal petición de los skaters en Cali es que además de que se les otorgue un espacio determinado, este sea de carácter público y construido con el acompañamiento de ellos, quienes son los que conocen las medidas correctas para llevar a cabo su deporte.

La voz de la oficialidad.

Por su parte, ni la Secretaría del Deporte y la Recreación, ni ningún ente público, puede avalar actividades deportivas que ocasionen problemas para el tesoro público de la ciudad. Para ellos, la situación de esta práctica en Cali, es muy “diversa y dispersa”.

“Ninguna compañía aseguradora los apoya porque no hay una organización, ni una liga, ni una federación de skate. Por lo tanto, el Gobierno debería hacerse responsable de la totalidad de los costos y demandas de estas actividades”, afirma Óscar Londoño Díaz, coordinador de los Escenarios Deportivos de dicha Secretaría.

De acuerdo con lo que manifiesta este funcionario, el skate no tiene reglamentación, ni categorías definidas. Tampoco tiene entrenadores capacitados, riesgos claramente establecidos, ni pólizas que los aseguren.

La propuesta de la oficialidad es que estos jóvenes no sigan trabajando independientemente, sino que, por el contrario, se organicen en clubes, ligas o federaciones, para que así se acojan a las normas y puedan presentarse ante la división técnica de Indervalle.

…El torneo de skate en la bodega ha terminado. El ganador es aplaudido y recibe de manos de “El Grillo” su premio: un par de ruedas de repuesto para su patineta.
 
 
Montones de stickers vuelan en el aire y todos golosos se apoderan de ellos para pegarlos en las patinetas y en sus camisetas sudadas.  Un niño con un casco en forma de cresta de gallina abraza a su padre y feliz le implora que lo sigan acompañando a montar monopatín.

Jaime Cantera, el duro de las ciencias naturales



El decano de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas de la Universidad del Valle y recientemente nombrado vicepresidente de la Asociación Colombiana de Facultades de Ciencias, es el nuevo “Ambientalista del Año” escogido por sus trabajos en el río La Plata, en el Polo Sur y principalmente en el Pacífico colombiano.

Por: Katherine Saavedra Ceballos

Su blanco rostro, mejillas rosadas, cabello rubio, ojos azules y su amable sonrisa se acercaron hacia mí. Me saludó con un beso en los cachetes y me invitó a entrar a su oficina. En ella albergaba un escritorio con montoncitos de papeles, un computador, una biblioteca con libros y publicaciones y una pequeña mesa redonda, en la que reposaban unas colecciones de rocas que contrastaban con una blanca bata de laboratorio, la cual dejaba ver el logo de la Universidad del Valle.

 Jaime Ricardo Cantera Kintz aparenta tener unos 43 años, pero en la cuenta que lleva su cédula registran 55 años de existencia. En su lenguaje, un acento entre paisa y caleño contrastan con su aspecto físico, que bien podría ser el de un gringo o un europeo.  Este hombre de padre valluno y madre francesa, nació en Cali y se crió en el barrio San Fernando.  Estudió en el Colegio Alemán, terminó su bachillerato en el Miguel Camacho Perea e ingresó a la Universidad del Valle a estudiar biología con el sueño de ser zoólogo, Pero termino como Biólogo Marino.

Este hombre fue escogido en el 2009 como decano de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas de Univalle, y el 27 de octubre del presente año, fue nombrado vicepresidente de la Asociación Colombiana de Ciencias (Acofacien) por su perfil académico, por propender el desarrollo de las ciencias naturales y por su vasta experiencia en el campo de la investigación. 


Su profesión

Francia fue un país que le abrió las puertas, lo acogió como suyo y le brindó muchas oportunidades. Fue en ese lugar donde realizó, por medio de becas su Doctorado de Tercer Ciclo, luego continuó con un Doctorado de Estado, y culminó sus estudios con un Post-doctorado en investigación, el cual le permitió venir de nuevo a Colombia para realizar su proyecto sobre manglares en Buenaventura y Bahía Málaga. 

Jaime, durante su estadía en el país de la Torre Eiffel, conoció a Patrick Arnaud, un experto en el tema de Moluscos además director de las expediciones Polares Francesas.  El vínculo que unió la relación de este par de hombres superó los límites de la academia y dio paso a una gran amistad. Tanto así que en una de las expediciones, Cantera fue invitado para que profundizara sus conocimientos y viajó con todo el equipo Científico Francés al Polo Sur, experiencia que calificó como un sueño y que desde su perspectiva lo convirtió en uno de los pocos colombianos en conocer ese lugar.

Patrick brindó otra gran oportunidad a Cantera. Uruguay y Argentina querían realizar un proyecto para la conservación del río La Plata y necesitaban un consultor extranjero que dirigiera el proyecto. Así que Jaime, después de una serie de entrevistas y evaluaciones le fue otorgado este trabajo, aunque para él no es claro por qué fue escogido, pues brillantes personas de todo el mundo concursaban por el mismo puesto. Tanto así, que en una de las primeras entrevistas en Uruguay, creyó que la posibilidades de quedarse eran tan pocas que le pidió a un taxista que lo llevara por los sitios más representativos del lugar y le tomara unas cuantas fotografías.

Viviendo con su familia en el límite de Argentina y Uruguay, pasaron un gran momento, en el que no se preocupaban por cosas económicas, además las experiencias y el aprendizaje se potencializaron tanto, que un nuevo tema conquistó su atención: los estuarios.

Durante todo este tiempo, Jaime, estuvo vinculado a la Universidad del Valle, siempre estando al tanto de lo que sucedía con ella, y presentando informes y productos de todas sus experiencias. Hasta que un día “su gran amor” (Univalle) le pidió decidir entre el proyecto que realizaba en Uruguay y Argentina regresar a la universidad que lo formó.

El aprecio por su patria y por su Universidad fue tan grande, que resolvió volver y retomar la vida en Colombia, continuando con sus proyectos para la conservación ambiental de los manglares de Bahía Málaga y la Costa Pacífica, y con la enseñanza, otra de sus grandes pasiones.

Su familia

 Jocosamente para él, la “maldición” de los científicos está en los congresos, porque por lo general es ahí en donde entablan relaciones sentimentales,  siendo uno de ellos en donde conoció a la que hoy es su esposa. Ella, a pesar de ser bióloga genética de la misma universidad, nunca había cruzado palabra con Cantera hasta ese momento. Pero fue ese el instante más propicio para darle inicio a su noviazgo o “como se llame eso” (definido así por Jaime). Luego de unos meses de relación fue su esposa la que le propuso contraer matrimonio para que fueran juntos a estudiar a Francia, él accedió por amor, aunque “ese tipo de cosas protocolarias no son importantes”.


A los pocos meses de haberse casado, Cantera, por medio de una beca viajó en solitario a Francia para complementar sus estudios. Al cabo de seis meses, su esposa arribó a dicho país y es así como consolidaron su matrimonio en tierras lejanas y concibieron a su primera hija. 


Después de esa experiencia, llegaron otras similares a su vida, en donde la unión familiar prevaleció, puesto que por cuestiones de estudio y trabajo, tuvieron que trasladarse por diferentes países. Pero él siempre recuerda con agrado cuando esos viajes implicaban ir a la playa, porque lo primero que sus tres hijos empacaban eran las caretas de buceo, ya que su papá los iba a llevar a ver peces y corales.

Hoy, este hombre se siente tranquilo porque sus hijos ya están grandes, tienen sus proyectos, han estudiado y disfrutan de su propia vida. Ahora, las noches en casa están cargadas de charlas con su pareja que luego terminan con la preparación de sus clases. Ella, docente de la Icesi. Él, decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad del Valle. Dos biólogos unidos con enfoques diferentes desde hace más de 32 años, uno por la genética y la ecología humana, y el otro por los animales, el mar y la conservación del ambiente.

Su personalidad

Sus ojos brillan cuando cuenta experiencias de sus clases y sonríe al saber que sus estudiantes antes le decían “Jaime”, pero ahora, como lo ven más viejito le dicen “profe”.  Alba Marina Cobo Viveros estudiante del grupo de investigación en Ecología de Estuarios y Manglares (Ecomanglares), dice que todo lo que ella es hoy se lo debe a él, “Jaime me tiene aquí donde estoy, para mí él es como un papá que siempre está dispuesto a escucharme”. Tanto para ella, como para muchos, este hombre se diferencia de los demás docentes porque le imprime alegría, energía y entusiasmo a la clase.

Liliana, su secretaria, quien ha sido una de sus grandes aliadas dentro del trabajo como decano, lo considera como un gran jefe, que reconoce y valora el trabajo de las personas. Un ser humano que sabe manejar el error, nunca grita y siempre está dando una enseñanza a través del ejemplo, “él me ha enseñado a utilizar al máximo los recursos, a tratar de no usar aire acondicionado y a tener una vida más saludable y natural”.

Pero como todo ser humano, este hombre tiene sus flaquezas y debilidades. La falta de tiempo es una de ellas. Son tantas sus responsabilidades y ocupaciones, que sus estudiantes cuando necesitan hablar con él, deben aprovecharlo “por unos segunditos” entre su paso de la oficina al laboratorio para comentarle lo que necesitan. Otra de sus debilidades es que como maneja muy buen humor, la gente no logra identificar cuándo está enojado, y ni siquiera pueden saber las razones de lo que le desagrada.

Sus gustos

En su niñez, con libros, enciclopedias, láminas coleccionables y hasta peluches recreó su fascinación por los animales salvajes, que aunque él dice no tener claro el inicio y el por qué de su gusto,  solo sabe que en su momento fue muy feliz y que hoy disfruta y ama lo que hace.



Su hobby de coleccionador ha permanecido durante todas las etapas de su vida, tanto así, que este pasatiempo lo posicionó como profesional, al aportarle la colección de moluscos y crustáceos más grande del país a la Universidad del Valle.  Su sonrisa nunca se aparta de su rostro. Una sorpresiva carcajada inundó el recinto cuando contó que siempre ha sido coleccionista de todo, “menos de mujeres”.


Dormir es uno de sus grandes placeres, así que en vacaciones aprovecha para recuperar todo el sueño que ha acumulado, y recargar un poco de esas energías que tanto le sobran. También le gusta leer libros e historietas de aventura, Julio Verne y “Las veinte mil leguas de viaje submarino” ilustra su trabajo, y las noticias como la de los mineros en Chile despiertan toda su atención.

Otra de sus pasiones son las actividades deportivas. De niño, Cantera practicó casi todos los deportes, exceptuando las artes marciales. Tanto así que ingresó a la liga de boxeo, pero sólo duró seis meses porque los golpes eran muy fuertes. Ahora el fútbol ha tomado gran importancia en su vida, todos los miércoles y viernes al medio día, comparte ese entusiasmo con sus amigos funcionarios también de Univalle.

El reconocimiento de su compromiso y anhelo por enseñar, lo ha llevado a ser el “duro de las ciencias naturales” en el Valle del Cauca, destacándose es sus trabajos como Vicepresidente de la Acofacien y decano de la Facultad de Ciencias, (que aunque a veces se le hace un poco estresante por las firmas y papeleo), es algo que le gusta y que para él vale la pena, porque le permite ayudar a hacer realidad los sueños de profesores y estudiantes.

Al finalizar la entrevista, Jaime Cantera nos compartió uno de sus más grandes sueños por cumplir. Al jubilarse quiere tener la más profunda y emocionante experiencia con la naturaleza. Ir al África e ingresar al Serengeti en un Jeep, con una cámara al hombro para grabar y convivir (al menos por unos meses) con los leones y demás animales salvajes del paradisíaco parque natural. Por eso, hoy sigue trabajando fuertemente, con amor y empeño para poder lograr alcanzar el sueño más preciado de toda su vida.

Embarazada y en una Pance


Chorros de agua descendían inclementes. Una espesa oscuridad inundaba las calles de Cali. Personas corrían en todas las direcciones, tratando de llegar a sus casas, o al menos encontrar un techo que cubriera algún anden, o a un piadoso que cediera parte de su antejardín.

Es claro que la ciudad colapsa ante un aguacero. Trancones, buses llenos, taxis ocupados, gente encerrada en sus casas por temor a unas cuantas gotas de lluvia. 

Pero aquella joven trigueña esta vez no podía refugiarse, no podía quedarse en su hogar, ni mucho menos disfrutar de una deliciosa siesta entre las cobijas de su cama. Con una camiseta blanca, una lycra negra, unas chanclitas oscuras, y con una bamba y una diadema que recogían su cabello crespo, esta joven estaba de pie con un vientre que ya no daba espera. Se encontraba en el separador de la Avenida Simón Bolívar, a la altura de la entrada principal al barrio 7 de Agosto, tratando de abordar un bus que la llevara a San Luís.  

En la Pance 4 ya no cabe un alma más. Al parecer, todos con el afán de cubrirse de la lluvia han decidido irse a sus casas, subirse a como de lugar en las pocas busetas que transitan repletas los domingos, para así poder culminar esta fría noche con su salud intacta y la ropa seca. 

El asadero de Pollos Cali y Cali esta vez ofrece además de sus servicios, un buen techo para cubrirse del agua mientras cesa la tempestad. Por eso se convierte en punto clave para dos mujeres que deciden bajarse de la Pance 4, permitiendo airear un poco el congestionado ambiente que se vivía dentro de la busetica. Ella, aprovecha la parada y con voz entre cortada y fuerte respiración le dice al conductor a través de la ventana:

-Vea, usted me puede llevar por mil?

- hágale mija, pero súbase, súbase, que no podemos esperar…

Su impresionante barriga hace que sus delgadas piernas se vean incapaces de soportar tanto peso. Pero torpemente logra subir los tres escalones de la buseta, y ubicarse de pie al lado de la primera silla. Cabe recalcar que todo el bus estaba lleno, había gente hasta la puerta, pero todos permitieron que la mujer se ubicara al menos dentro del pasillo. En la silla una mujer de unos 50 años, con rasgos indios, pantalón negro y camisa café mira la embarazada e ignora su presencia, tal vez piense que eso no es suficiente para cederle el puesto.

La Pance 4 arranca toscamente, y la mujer busca con qué sostenerse, mientras esquiva los bruscos movimientos de la buseta, y soporta los fuertes dolores que le producen una de sus contracciones. Su respiración se hace cada vez más pesada. De su boca sale un aire caliente y furioso. De su frente brotan goterones de sudor que recorren sus cachetes, y sus disimulados gemidos se van convirtiendo en fuertes quejidos.

Ahora sí, ante el evidente sufrimiento de la mujer, la cincuentona decide cederle el puesto. Se pone de pie y se hace junto a ella, pero la joven aunque le agradece, no se cree capaz de poderse sentar.

La indiferencia de los hombres que iban en el bus era ridícula. En sus caras se reflejaba la tranquilidad y la frescura con que asumían el hecho, tal vez sería el desconocimiento lo que les impedía comprender lo que estaba sucediendo. Por su parte, las mujeres, en su mayoría entre los 45 y 55 años, miraban con calma, pero atentamente a la joven, como si su experiencia les dijera “eso no es tan grave”, “de eso no se va a morir” o “por ahí pasamos todas”.  

Ella trata de cogerse el vientre, como si sostuviera toda la barriga para que el bebé no le diera por salir en pleno bus. Pero eso no vasta. Cambia de posición y se hace de frente a uno de los pasajeros. Tampoco le vale ese lugar. Su respiración cada es más fuerte, más constante, casi rítmica,  entonces toma en consideración el sentarse en la silla que aún sigue vacía y que la cincuentona le cedió hace un par de minutos. Con un brazo se detiene de una barra metálica, con el otro de una de las sillas de al lado, y con sus piernas abiertas y su espalda erguida decide bajar lentamente hasta que sus nalgas descansan en el sillón. Inmediatamente siente que esta postura amenaza con la salida del bebé y le aumentan las contracciones, así que con toda la rapidez que puede, se para y opta por retomar la posición inicial.

Una de las mujeres suelta un comentario al aire, uno bastante impertinente, típico de vieja chismosa: “y ¿por qué vino sola?,  ¿por qué mejor no cogió taxi? Era evidente que esas preguntas no eran las más adecuadas para el momento, y muy seguramente eran las que menos quería responder la joven, que se subió al bus sola, a punto de dar a luz, a duras penas con mil pesos en su mano (porque ni bolsillos tenia) y sin una pañalera o un maletín en el que estuvieran los utensilios para darle la bienvenida al bebé.

Han pasado alrededor de unos cinco minutos y la joven no cree que pueda soportarlo más, y mostrando cara de piedad y voz de súplica dice: “por favor, será que ustedes me pueden colaborar con lo del taxi?” La petición es atendida, mujeres y hombres (más mujeres que hombres) le pasaban billetes y monedas a la joven mientras ésta dejaba extendida su mano derecha.

  Pero ¿será que con esto me alcanza?, voy para el hospital de San Luís.

─ Venga yo le cuento ─ la joven entrega el dinero mirando atentamente el conteo─ mil, dos mil…, cuatro mil…, seis mil…, ocho mil pesos. Vea tiene ocho mil pesos. Con eso le alcanza y hasta le sobra ─ le dijo una de las pasajeras, que honradamente contó el dinero en voz alta y a los ojos de todos para que no hubiesen mal entendidos.

Ella, toma nuevamente el dinero y se lo enrolla en su puño derecho. Ahora todos los pasajeros tratan de hacerle entender al chofer que debe detener prontamente el bus para que la mujer pueda bajarse y abordar un taxi con urgencia. Pero parece inútil. El conductor que por lo visto no se ha enterado de lo acontecido, está concentrado en pelear con otra buseta para saber cuál llegará primero. Hasta que por fin, y cerca de lo que era la glorieta del Alfonso López, (hoy un mar de escombros, tierra y plástico verde), la Pance 4 se detiene un momento en su camino. Los pasajeros que también están de pie le abren paso a la enorme barriga, mientras tanto, una mujer grita desde el último puesto “hay alguien de los de adelante que se puedan bajar y la acompañen a coger el taxi?” El hombre que estaba a la orilla de la puerta la ayuda a bajar, pero cuando ella posa sus pies sobre el asfalto, la buseta arranca, dejándola sola, en medio de la lluvia y con un vientre a punto de estallar.

La misma mujer del último puesto, que pidió la ayuda para bajar a la embarazada, ahora abre la ventana, saca su cabeza y trata de gritarle a un grupo de jóvenes que están cerca del lugar, para que colaboraran con la causa, pero esos gritos parecieron inútiles.

El bus se retiró, y por el vidrio trasero, sucio y empañado, poco a poco se va alejando la imagen de la mujer trigueña con sus manos sobre su pronunciado vientre.